África quiere manifestarse
al mundo, aportar algo personal. Original e irreemplazable en la elaboración
nuevo, y este deseo, que hierbe en sus entrañas, le impone, de algún modo, un
doble movimiento. Por un lado, quiere a todo precio agruparse, tener en sus
manos las magníficas palancas de la técnica; pero al mismo tiempo, siente la
necesidad de defenderse de una asimilación accidental que la desfigure. Siente
la necesidad de inventariar sus propias fuerzas, hacer como aquel rey del
Evangelio que, antes de partir a la guerra, vuelve sobre sí mismo, se sienta y
empieza a medir sus fuerzas (Lc 14, 31-32). Doble movimiento, doble necesidad.
Más, ¿de qué le serviría a África presentar al mundo, como rostro sin vida, una
copia servil de la civilización técnica?
Sin embargo, el mundo actual
desprecia la voz de aquel que no une la competencia técnica indiscutible, al
mensaje que quiere aportar.
Pero, precisamente, el
espejismo de la técnica podría hacer olvidad a África que es portadora de un
mensaje, de una sabiduría que le es propia y de la cual los demás pueblos y
culturas tienen necesidad. África, por largo tiempo replegada sobre sí misma en
una meditación profunda, debe hacer participantes a los hombres de todo aquello
que hay de más hondamente humano, esencial y eterno en su propia concepción de
vida. Es urgente que lo haga.
He hablado de África; para
mí África se extiende a todo el mundo negro esté donde esté. Porque, habiendo
llegado de un rincón de la gran África, que se extiende hasta las Antillas, y
participando experimentalmente de la mentalidad haitiana, me siento obligado a
hablar en nombre de todo el mundo negro.
Para captar el mensaje del
negro y obtener, en cuanto sea posible, el “tipo” propio de su civilización, es
necesario ponerle en referencia, por semejanza y por contraste, con otras
civilizaciones y realizaciones históricas del hombre. Me parece conveniente, a
este respecto, situar al hombre de raza negra, frente a la Biblia y frente a la
civilización occidental.
¡Pero cuidado con las
confusiones! No se trata de etiquetar las razas humanas o encerrarlas en
ficheros diferentes. Entre hombres procedentes de horizontes distintos
encontramos reacciones fundamentalmente idénticas. Pero es cierto también que
ambientes diversos pueden orientar diferentemente el comportamiento y la
atención de los hombres y a partir de aquí, obtenerse distintas culturas y
civilizaciones. Se caería en un error si intentáramos buscar los detalles que
pueden encontrarse en todas partes , habrá que juzgar globalmente, según un
cuadro de conjunto.
Según mi modo de ver, el
negro está más cerca de la Biblia que de
la SUMA TEOLÓGICA de santo Tomás de Aquino, del DISCURSO DEL MÉTODO o de la
FÍSICA de Aristóteles. ¿por qué? Sería absurdo pensar que la inteligencia del
negro es incapaz de abordar esos problemas; la inteligencia no es monopolio de
una raza, la cuestión versa simplemente
en el modo de pensar y de ser del negro; se trata de su mentalidad. La lectura
de la Biblia revela un mundo, una concepción de la vida, unos rumbos del
pensamiento y de la sensibilidad con los que el negro simpatiza porque se
siente concordar con ellos. Por el contrario, la elaboración intelectual, de la
cual es fruto la SUMA TEOLÓGICA de santo Tomás de Aquino, aunque sea capaz de
gustarla, se encuentra demasiado lejos de las líneas de acción de su
mentalidad.
Diciendo esto, no me refiero
a una mentalidad “prelógica” cualquiera, que haría del negro un ser cerrado y
limitado a los primeros principios de la razón. Bresong y, después de él, otros
pensadores han opinado de esta manera; mas, por otra parte, Levy – Brithl ha
cambiado de posición, como lo pueden testificar sus apuntes póstumos. Cuando
hablamos aquí de una mentalidad diferente, queremos decir que, a partir de una
“misma organización funcional de base”, la inteligencia negra y la inteligencia
occidental se orientan de modo diferente “ alrededor de centros variables de atención vital.
La mentalidad occidental ha
desarrollado hasta sus últimas consecuencias los principios de causalidad e
identidad. Ha intentado determinar los caracteres propios de cada ser; enumerar
las diferentes relaciones de que puede ser objeto, y establecer cada caso en el
puesto que debe ocupar. Es más, buscando las cosas exactas de cada fenómeno, ha
aprendido a distinguir aquello que es efecto de la naturaleza de lo que no lo
es. Ha hecho una separación entre la afectación y la conducta verdadera, entre
lo religioso y lo profano. Siempre esta con la preocupación de dar cada cual lo
que le es debido. Esta mentalidad apoyada en la razón y vigor científico esta orientada
a la conquista del mundo. A puesto en marcha un mundo innumerable de técnicas, máquinas
y procedimientos destinados a hacer presión sobre el universo y a organizarle racionalmente
en el sentido de la máxima productividad.
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