domingo, 12 de agosto de 2012

HACIA LA META (ESCRITOS DE SAN JOSÉ MARELLO)

Enero

1.      ORACIÓN POR TODOS:

Señor mío,
te ruego por aquellos que viven en la abundancia de todo bien, a fin de que en su bienestar se acuerden que están en el destierro.  Te ruego por aquellos que sufren bajo el peso de la desventura, a fin de que en su pena se acuerden que están en camino hacia el cielo. 
Te ruego por aquellos que ya han bajado a la tumba, a fin de que duerman el sueño de la paz.
Te ruego por mí, despojado en tu presencia, a fin de que te dignes revestirme con el hábito de mi primera inocencia. 
Te  ruego por toda la familia peregrínate de Adán, sé su guía en el destierro, a fin de que pueda llegar a la salvación de la patria celestial.  

Escritos ascéticos 1868


2.      MIS CONFESIONES

En el nombre de Dios Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, bajo el patrocinio de María Virgen, mi madre, de su santo esposo José, mi protector, del Ángel Custodio, de todos los ángeles y santos, que dichosamente reinan en el cielo, comienzo mis confesiones.
Dado que mi conversión debe brotar de la confesión de mi completa insignificancia, es necesario hacer una sincera profesión de humildad frente a Dios y al mundo. Oh, cuán gran victoria sería para mí, si tuviera el valor de combatir a fondo las ridículas pretensiones del amor propio. El hombre, que en todo momento está en posesión de sí mismo, es un espectáculo digno de los hombres y de los ángeles.
Sin darme cuenta, yo he trazado un plan general de conducta  y si lo sigo me encontraré en el camino de la perfección. No dejar que surja en mi mente ningún pensamiento que no haya pasado antes bajo la revisión de la conciencia, y una vez que una cosa ha sido adjudicada, poner en práctica el dicho: Age quod agis (haz bien lo que estás haciendo).
He aquí las bases de mi conducta: sofocar los impulsos desordenados de las facultades inferiores y actuar de tal modo que, en todo momento, la voluntad esté en control de sí misma. Una vez que la voluntad se haya ejercitado para cumplir su deber, ella será la fiel guardiana de todas nuestras acciones  y regirá eficazmente todas nuestras funciones. Oh Dios, ayúdame.

 Escritos ascéticos 1868


3.      RECONOCIMIENTO POR LA GRACIAS RECIBIDAS

¡Cuán generoso ha sido el Señor al dispensarnos su gracia!  ¡Cuántas bendiciones espirituales y temporales nos ha concedido! Bendiciones temporales como el don de la salud y la provisión de todo cuanto necesitamos, mientras que otros desafortunados gimen en la miseria, y bendiciones espirituales como las gracias concedidas a nuestra alma y todos los consuelos celestiales que regocijan nuestro corazón.
Despertemos en nosotros sentimientos de verdadero agradecimiento y seamos generosos con el Señor, mostrándonos muy fieles a su gracia en las pequeñas cosas. Aunque no hayamos herido gravemente el corazón de Jesús, sin embargo nuestras pequeñas faltas adquieren cierta gravedad en proporción al número de las gracias que hemos recibido. Si las faltas fueran cometidas por otro que hubiera recibido menos luces e inspiraciones celestiales que nosotros, serían mucho menos graves de lo que son para nosotros. 
Cuando un alma ha sido colmada por la divina misericordia con tantos dones y privilegios, agraciada por Jesús con tantas finezas de amor, contrae mayores deudas con Dios; por ello, debe estar bien atenta a no caer ni siquiera en las más pequeñas faltas porque, aunque éstas no destruyan el amor divino en nuestro corazón, lo entibian y enfrían. 

Consejos a Graglia. 4 de enero de 1889


4.      PROPÓSITOS DE CONVERSIÓN

Debemos hacer un propósito serio para enmendarnos y aplicarnos con toda nuestra voluntad a corregir nuestros vicios con la ayuda del Señor, que obra en nosotros y con nosotros.
Pensemos cuánto todavía nos falta, cuánto deberíamos haber hecho y no hicimos, y no dejemos pasar un sólo momento sin aplicarnos al bien que requieren nuestras almas.
¡Coraje!; vayamos hasta el fondo, excavemos hondo nuestro corazón y escrutemos todas sus grietas y rincones; esto es como un abismo: cuanto más profundo bajamos en él, tanto más encontramos miserias e imperfecciones que no habíamos notado antes y que, tal vez, ni siquiera habíamos sospechado tenerlas; rebusquemos, entonces, nuestros defectos para enmendarlos.

Ejercicios espirituales. Octubre de 1881


5.      CREADOS POR DIOS, PARA DIOS

Nosotros hemos sido creados por Dios: el Señor empleó su sabiduría, su poder, su voluntad infinita para moldear nuestras personas. ¡Qué rebajamiento de su parte!  ¡Cuánta gratitud le debemos! Nosotros hemos sido creados por Dios. Él no nos creó para los otros sino únicamente para sí; para que llegáramos a conocerlo, amarlo y servirlo, para ir a gozar en la patria celestial. 
Dios es todo y lo demás es nada.
En consecuencia, debemos rechazar todo lo que puede apartarnos de Dios, por bello y atrayente que sea. Debemos abrazar todo lo que nos acerque a Él por más feo, doloroso y repugnante que sea a nuestra naturaleza, como son las humillaciones, las enfermedades, las persecuciones y los sufrimientos de todo tipo, porque estos nos facilitan la consecución de nuestro fin.
Digamos entonces al Señor con san Pablo: “¿Señor, qué quieres que haga?”. Estemos dispuestos a hacer todo lo que el Señor quiere, sin ninguna reserva. El Señor, nos responderá como a san Pablo: “Anda a mi ministro y haz lo que él te diga”. Vayamos también nosotros al ministro de Dios y escuchemos la voz del Señor, que nos habla por su boca. 

Ejercicios espirituales. Octubre de 1881


6.      EPIFANÍA: MANIFESTACIÓN AÚN NO COMPLETA

Celebrando la fiesta de la Epifanía, que significa manifestación, pidamos al Señor que se exprese muy claramente a nuestras almas. Digámosle: “Ya muchas veces Señor, me has esclarecido con los rayos benéficos de tu luz divina, pero aún no estoy completamente iluminada; aún hay muchas tinieblas en mí, que tú puedes despejar, y muchas dudas que puedes destruir. Ilumina mi mente, enciende mi corazón y haz que todo lo que soy, sea todo tuyo, consagrado exclusiva y totalmente a ti”. 
La fiesta de la Epifanía es muy apropiada para hacer la consagración de amor a María Santísima. Hagámosla con el mayor fervor posible. María nos ha conducido a Jesús, y Jesús nos conducirá a María, su dulcísima Madre.  Uniéndonos a Jesús para honrar a su Madre, le ayudamos, en cierta manera, a pagar su deuda de gratitud a María. Jesús recibió la vida natural de María, y nosotros recibimos de ella la vida espiritual. De manera que estamos unidos a Jesús en esta deuda común de gratitud, y cuanto más íntimamente estamos unidos a Jesús, tanto más perfectamente rezaremos. 

Consejos a Graglia. 4 de enero de 1889


7.      CREADOS POR DIOS PARA SERVIRLO

El Señor nos ha dado tantos dones para usarlos en su servicio: las facultades sensibles como los ojos, los oídos, la lengua, las manos, los pies, la salud y la fuerza; y las facultades espirituales como la memoria, el intelecto y la voluntad; nosotros, ¿cómo hemos empleado todos estos dones?
Los ojos, tal vez los hemos usado para mirar objetos peligrosos; los oídos, para oír conversaciones frívolas y vanidosas; la lengua, para dañar al prójimo; la memoria, para recordar disgustos o injurias recibidas o cosas impertinentes; el intelecto, para investigar cosas curiosas o dañinas y no lo que Dios espera de nosotros; y la voluntad, para seguir nuestros caprichos y pasiones en vez de afirmar la voluntad de Dios.
Pero ésta no es la manera de servir al Señor y de cumplir las obligaciones que le debemos de estricta justicia. Necesitamos por eso enmendarnos y atender seriamente el servicio divino, ocupándonos con el máximo empeño de las cosas espirituales pertenecientes a la gloria de Dios, a la salvación y santificación del alma. 
Ánimo, entonces. Quedémonos, íntimamente unidos a Jesús. Hagamos lo que hizo en el Huerto de los olivos, cuando dijo al Padre: “No se haga mi voluntad, sino la tuya”.  Nosotros también podemos superar las repugnancias de nuestro carácter y las malas inclinaciones, siempre en cuando invoquemos la ayuda del Señor en la oración; así como Jesús, nosotros también saldremos triunfantes. 
Acudamos con confianza a María Santísima; ella que aplastó la cabeza de la serpiente y fue la fiel sierva del Señor, nos ayudará a triunfar del demonio y a servir perfectamente a Dios.

 Ejercicios espirituales. Octubre de 1881


8.      HACER LA VOLUNTAD DEL PADRE:

Cada mañana decimos en el Pater: Que se haga la voluntad de Dios, en la tierra como en el cielo. Muchas veces, sin embargo, el Señor podría tomar nuestra oración como un insulto o una burla, porque es como si le dijéramos: “Hágase tu voluntad pero como me place a mí; hágase tu voluntad pero no para mí, sino para los demás; hágase tu voluntad pero sólo hasta cierto punto y no más allá”. La voluntad de Dios, más bien, se debe cumplir totalmente, en todo momento y en todos los casos. Al conformar nuestra voluntad a la de Dios, servimos a nuestro verdadero interés; pero si la resistimos, obramos nuestro daño y ponemos en peligro la salvación de nuestra alma.  Reavivemos nuestra fe, recordando que servir a Dios es reinar. Cuando complacemos a nuestras pasiones y queremos tomarnos alguna satisfacción, caemos a merced de miles de tiranos, y nos quedamos con pena y llenos de remordimiento y de amargura en el alma.  El Señor nos dice que su servicio es un yugo y una carga; que hay un mérito al cargarlo; pero, a la vez, tiene cuidado de asegurarnos que este yugo es suave y que su carga es ligera, o sea, que su señorío está lleno de bondad y misericordia. 

Predicación en Milliavacca. 1 de Agosto 1886


9.      NUESTRO CORAZÓN ESTÁ HECHO PARA DIOS

San Agustín afirmó, sobre la base de su propia experiencia, que nuestro corazón está hecho para Dios y no puede hallar sosiego sino en Él; y el hombre no puede gozar de felicidad contentando a sus pasiones sino solamente entregándose totalmente a Dios. Si supiéramos sacar del corazón todo deseo desordenado, pronto estaríamos arrebatados en Dios.  Los ejemplos de los santos nos demuestran cómo se puede gozar de una gran paz interior al estar abandonados en Dios. He aquí a san Pedro que, aun estando en la cárcel atado con dos cadenas y vigilado por dieciséis guardias, dormía tan profundamente, que el ángel tuvo que tocarlo en el costado para despertarlo. Los santos que se abandonaron totalmente en Dios, gozaron de una paz inalterable: san Pablo sobreabundaba de alegría en sus tribulaciones y los mártires exultaban en sus tormentos.  Además, el Señor que es tan bueno y delicado, a veces nos pide algún sacrificio; cuando luego nos ve dispuestos a hacerlo bondadosamente nos dispensa de Él. 

Predicación en Milliavacca. 1 de Agosto de 1886


10.  DIOS TRABAJA EN NOSOTROS DULCEMENTE Y SIN PRISA

Cuando Dios emprende una obra en un alma, no la deja medio hecha, antes  bien la prosigue hasta su cumplimiento. Él trabaja con lentitud y con prudencia. Adapta las circunstancias a sus designios. Dispone nuestras almas a su voluntad. Nos asiste amorosamente de cerca y nos conduce de la mano por los caminos más difíciles.  El Señor colma a las almas con sus gracias y produce en ellas verdaderas transformaciones.
Él nos ama con inmenso amor y nos cuida con la más tierna solicitud, tomándonos en sus brazos y escondiéndonos en su corazón. Procuremos corresponder con alma generosa a sus cuidados amorosos, y agradezcámosle de todo corazón. Usted puede hacer esta oración: “Te agradezco, Dios mío, de las inmensas gracias con que me has colmado. Yo me consagro y me doy totalmente a ti. Desprecio todas las cosas terrenas para dedicarme enteramente a tu santo servicio. Yo quiero hacer tu santa voluntad en todo tiempo y de todas formas, y te ruego me la hagas comprender siempre más claramente”.  

Consejos a Graglia. 29 de Noviembre de 1888


11.  DIOS QUIERE NUESTRA COLABORACIÓN

El Señor en el evangelio, trata de esconderse luego de obrar sus milagros para hacer resaltar la cooperación del hombre. Así también, en los santos sacramentos, actúa con su gracia de una forma totalmente invisible y secreta detrás de la acción visible de sus ministros, la infunde a través de las cosas materiales como puede ser el agua bendita, el pan, el vino y otros objetos de los sacramentos, que son puestos a nuestra disposición para hacernos buenos y santos.
Del mismo modo, el Señor la esconde en sus criaturas, en los eventos felices que suceden a nuestro alrededor, en las palabras que se nos dicen, en las injurias y en los favores que se nos hace, en lo próspero y en lo adverso, en la salud y en la enfermedad, en el gozo y en la tristeza, y, en fin, en todo lo que de alguna forma nos toca o tiene que ver con nosotros. No debemos perder ninguna oportunidad para sacar provecho de cada cosa que Él nos ofrece. 

Predicación en Milliavacca. 31 de Agosto de 1884


12.  GRANDES COSAS HA HECHO EN MÍ EL OMNIPOTENTE

¡Qué transformaciones realiza el Espíritu Santo en las almas! Consideren a san Pedro: desde el principio fue débil, pusilánime, inconstante y egoísta; tanto que el divino Maestro tuvo que amonestarle y reprenderle en repetidas ocasiones. Pero después de recibir el Espíritu Santo, ¡qué fuerte, valiente, intrépido y totalmente caritativo se hizo para los hermanos! 
Unámonos con la Iglesia en la invocación de Espíritu Santo, juntos digamos al Señor: Envía tu espíritu y todo será creado y renovarás la faz de la tierra.  El Padre cumplió la primera creación cuando con su “fiat” trajo de la nada todas las cosas. El Hijo cumplió la segunda creación, al redimirnos del pecado y ganarnos la gracia, que en realidad es como una segunda vida, una vida sobrenatural infinitamente más preciosa que la natural. La obra del Hijo, sin embargo, se limitó al período de su vida mortal y no renovó la faz de la tierra, porque estaba restringida, por decir así, a los pocos discípulos. La tercera creación es propia del Espíritu Santo, que dura por todo el curso de los siglos y que está destinada a renovar la faz de la tierra, santifica a las almas y, por decirlo así, crea hombres nuevos. Así dice san Pablo: Revístanse del hombre nuevo, que ha sido creado según Dios, en la verdadera justicia y santidad (Ef 4, 24). 
Pidamos a Jesús que mande el Espíritu Santo sobre nosotros, como prometió y lo mandó a los apóstoles. Pidamos al Espíritu Santo que nos ilumine para conocer lo que debemos hacer y que nos dé la fuerza para hacerlo. 

Predicación en Milliavacca. 21 de Mayo de 1887


13.  HAY EN NOSOTROS DOS ESPÍRITUS OPUESTOS Y CONTRARIOS

Hay en nosotros un espíritu, que uniéndose a veces al tentador, nos quiere traer hacia él, el Espíritu Santo, sin embargo nos quiere acercar hacia sí.  Digamos entonces con fervor el “Veni Creator”. Sí, Él es verdaderamente el Creador porque junto con las otras personas de la Santísima Trinidad ha creado todas las cosas, además porque obra otra creación, mucho más maravillosa en nuestras almas, la transformándola y renovándola con la infusión de sus siete dones. “Crea en mi, oh Dios, un corazón puro; dame un espíritu renovado y fuerte” [Salmo 51(50),12]. 
Santa Teresa de Jesús al inicio se encontraba fría, indecisa e insegura; sin embargo, le sobrevino el Espíritu Santo, transformándola en ardiente y fervorosa, haciendo de ella una gran mujer, ante la cual todos se inclinaban maravillados y estupefactos.  Es verdad, el Espíritu Santo, al que todos hemos recibido en el Bautismo y en la Confirmación, nos ha hecho perfectos cristianos; sin embargo tenemos que preguntarnos si siempre nos hemos comportado como cristianos perfectos. De aquí resulta nuestra necesidad de una gran comunicación con el Espíritu Santo. Pidámosle entonces que venga a nuestros corazones. Él dice: Ensancha la boca de tu corazón y yo la llenaré”. Nosotros tratemos de responder sinceramente: He abierto la boca de mi corazón y atraje al Espíritu del Señor”.  Expulsemos de nuestro corazón lo que disgusta al Espíritu Santo; entonces, Él descenderá y nos preparará un lugar, luego nos comunicará sus dones, según nuestra capacidad. Él quiere que estemos en paz, no obstante nuestro espíritu está constantemente agitado; nos quiere comunicar su gozo, en cambio nuestra alma está llena de tristeza; nos quiere infundir la miel de su dulzura, en cambio nuestro corazón está relleno de amargura. Desalojemos de nuestro corazón y de nuestro espíritu todo lo que se opone al Espíritu del Señor. Estemos recogidos en oración con María Santísima, y el Espíritu Santo se nos comunicará con la abundancia de sus siete dones.

Predicación en Milliavacca. 6 de Junio de 1886


14.  LA LUCHA DEL ESPÍRITU BUENO CONTRA EL ESPÍRITU MALO

Cualquier acto de virtud que cumplimos es siempre obra del Espíritu Santo.  ¿Quién pone en nuestro corazón aquel gusto que sentimos para la oración, aquel incentivo para adquirir algunas virtudes o aquel deseo de agradar a Dios, mortificando nuestros sentidos?  Es simplemente lo que llamamos el buen Espíritu que constantemente actúa y obra en nuestras almas.  ¿Quién de ustedes no ha experimentado la lucha entre el buen Espíritu y el espíritu que llamamos maligno, porque nos arrastra hacia el mal?
A veces, nos encontramos asaltados por ciertos pensamientos de origen desconocidos o por ciertos sentimientos que jamás hemos sentido, y no podemos comprender cómo pueden alojarse en nuestro corazón. Es como un aerolito, de procedencia desconocida, cae a la tierra, trastorna todo, espanta y desata terror. Así ocurre con nosotros, cuando el demonio está celoso de los buenos frutos que el Espíritu Santo produce en nuestras almas; él trata de entrar ahí también, con pensamientos y sentimientos que nos perturben y trastornen. Es precisamente en estos momentos que el Espíritu Santo viene en nuestra ayuda y nos socorre en la lucha, sin abandonarnos hasta que hayamos derrotado al enemigo. 

Predicación en Santa Clara. 19 de Mayo de 1889


15.  EN LA PRUEBA DIOS ESTÁ CERCA

[A veces] Jesús retira sus consuelos sensibles y nos deja solos en los brazos de la fe, y ¡ay! de nosotros si ésta fe no es fuerte y generosa. Él se retira de nosotros para que no nos apeguemos demasiado a las alegrías sensibles, de la misma forma que tenía que separarse de sus apóstoles, cuando su exagerado apego a su humanidad no les permitía comprender su divinidad y enamorarse de las alegrías celestiales. Al retirarse de nosotros, sin embargo, Jesús nos envía al Espíritu Santo, al Espíritu consolador que nos sostiene, nos ayuda y nos fortalece. Aunque no lo vemos con los ojos, sentimos sus buenos y saludables afectos.  Cuando el Espíritu Santo nos ve decaer en nuestra debilidad, prontamente se infiltra en nuestro corazón. Con santas inspiraciones, con luces celestes e impulsos interiores, intenta despertarnos suavemente, reavivar nuestra fe, esclarecer nuestra mente, ensanchar nuestro corazón y restaurarnos la alegría y la paz del alma.  El Espíritu de verdad habla a nuestro corazón del Padre y del Hijo, a quienes está unido por naturaleza divina. Así, Jesús sigue todavía con nosotros y siempre nos da la gracia para vencer, aun cuando no lo sintamos.  A veces nos podemos encontrar sin ganas de seguir luchando, o hasta podemos sentir gran repugnancia por esforzarnos a ponernos, otra vez, en buen camino. No debemos dejar que estos sentimientos nos desanimen, ya que es precisamente en estos momentos que Jesús nos quiere probar y hacernos obrar únicamente por la fe. Es este hilo de fe que nos debe salvar y que Jesús recompensará con muchísima generosidad. 

Predicación en Santa Clara. 19 de Mayo de 1889


16.  HUMILDAD Y DESCONFIANZA EN NOSOTROS

Jesús dijo a san Pedro que echara las redes; él obedeció, las echó y las retiró llenas de peces. De este evento, debemos aprender a ser humildes y desconfiar de nosotros mismos, obedeciendo y confiando en Dios, ya que está dispuesto también a hacernos algunos milagros; pero es necesario que nosotros echemos las redes al escuchar su palabra, o sea, que hagamos los pequeños sacrificios que nos pide. 

Predicación en Milliavacca. 26 de Junio de 1887


17.  LA HUMILDAD CONDUCE A LA PERFECCIÓN

Seamos humildes siempre; aunque Cristo obre algunos auténticos milagros de gracia, no quitemos la vista de nuestra pobreza y pensemos en la cuenta más exacta que tendremos que rendir a Dios.  Cuando vayamos a recibir la Santa Comunión, imitemos a san Pedro que pidió a Jesús que se aparte de él porque era un pecador [Lc 5,8], luego se echó a sus pies abrazándolos y apretándolos cariñosamente. Digamos a Jesús que no somos dignos de recibirlo, pero luego apretémoslo tiernamente a nuestro corazón. ¡Oh, cómo le placen a Jesús estas contradicciones!  Jesús nos quiere llevar a la más alta perfección, nos ruega dejarlo entrar en nuestro corazón. Primero pregunta si puede entrar, como en la barca de Pedro, y una vez que ha entrado, toma él mismo la dirección y el mando. “Duc in altum: Rema al fondo, siempre más adentro, siempre adelante”. Quiere que desocupemos nuestro corazón  para que lo pueda llenar con la perfección y el amor de Dios, siempre más grande.

Predicación en Milliavacca. 11 de Julio de 1886


18.  CAMINAR ADELANTE CON PERSEVERANCIA

Quien visita al rey tiene que pasar por una larga fila de cuartos y salas, tal vez creyendo que el rey está en la siguiente habitación. El visitante tiene que pasar de un ambiente a otro hasta, finalmente, encontrarse en presencia del rey. Así también la vida espiritual es como emprender un viaje hacia el Rey del cielo. Se debe avanzar siempre adelante, pasando de una habitación a otra, de una virtud a otra, de una mansión a otra, hasta alcanzar la presencia del Rey del cielo, que nos dirá: Entra en el gozo de tu Señor [Mt 25,21]. 

Consejos a Fasolis. 23 de Abril de 1885


19.  SIN FE NO HAY SALVACIÓN

Sin la fe no podemos salvarnos. La fe resplandece en la personalidad de tantos santos así del Antiguo como del Nuevo Testamento.  En aquel [AT] resalta la fe de Abraham, llamado el padre de los creyentes; en este [NT] brilla la fe de María, que nosotros debemos pedir, para que ella nos comunique su gran fe.  Debemos tener una fe vivísima pero sencilla. 
A veces actuamos con el Señor como los niños con su mamá: no nos atrevemos a desobedecer abiertamente, pese a que seguimos queriendo hacer nuestra voluntad. Quisiéramos que Dios ratificara nuestro modo de ver. En una palabra, el amor propio quiere hacer y decir lo suyo y casi pretende manipular los designios de la providencia.
Al contrario, debemos humillarnos y pedir al Señor que nos sane de nuestras enfermedades espirituales, de la manera que quiera. Debemos ser obedientes y sacrificados en la medida en que Él quiere.

Predicación en Milliavacca. 11 de Octubre de 1885


20.  FE TOTAL, COMO LA DEL OFICIAL ROMANO           (Jn 4,46-53)

Nuestra fe en el Señor tiene que ser sencilla, completa e incondicionada. A veces casi queremos hacer normas para el Señor, para determinar el modo y las circunstancias en que debe obrar sus milagros y concedernos sus gracias. Esto disgusta mucho al Señor. Aun en la antigua Ley, la palabra del Señor exigía una fe plena y absoluta. Abraham es alabado a causa de su fe, porque creyó ante toda apariencia de adversidad.   Los santos tuvieron esta fe y aunque no conociésemos algún milagro de ellos, de todos modos podríamos afirmar con toda certeza que actuaron movidos por su gran fe.
Por la fe los santos consiguieron innumerables victorias sobre sí mismos, sobre los hombres, sobre la naturaleza y sobre el demonio; también por la fe nosotros podremos triunfar sobre las dificultades y los obstáculos diarios que encontramos en el camino de la perfección. 

Predicación en Milliavacca. 16 de Octubre de 1887



21.  LA FE A PROFESAR VALEROSAMENTE

No debemos tener vergüenza de profesar nuestra fe, sin embargo, siempre debemos hacerla con prudencia y con el único propósito de buscar la mayor gloria de Dios.  En circunstancias parecidas, necesitamos levantar el corazón a Dios y pedir su ayuda e inspiración para que Él mismo nos sugiera las palabras que debemos pronunciar.
Por lo demás, no es malo levantar un poco la voz para anunciar ciertas palabras claves, especialmente cuanto sentimos que son inspiradas. Ni la dignidad del oficio, ni la grandeza y nobleza de las personas con quienes tratamos, y ni siquiera la venerable ancianidad, podrán obligarnos a silenciarnos cuando se trata de defender a Dios. Él es más que padre, madre, hermano, hermana, príncipe o rey. Dios es nuestro primer y único amor. 

Consejos a Graglia. 11 de Mayo de 1889


22.  LA FE TAMBIÉN SE PUEDE PERDER…

A pesar de las gracias recibidas, es posible caer en la indiferencia y hasta dejar el sacerdocio y perder la fe. El Señor ha prometido que su Iglesia sería indefectible, pero no respecto a cada nación individualmente ni a cada uno de sus individuos. En la Tebaida de Egipto muchos santos florecieron en la virtud, sin embargo ahora reina el islamismo. El Papa Gregorio llamaba a Inglaterra, la tierra de los ángeles, mas ahora es tierra de protestantes. 

Predicación en Milliavacca. 20 de Marzo de 1887
23.  LA FE SE MIDE EN LA PRUEBA

La vida del hombre sobre tierra es, como leemos en los libros Sagrados, una constante batalla. ¡Cuántos ataques del demonio para rechazar, cuántas malas inclinaciones del corazón para combatir, cuántas seducciones del mundo pervertido y pervertidor para vencer! Es precisamente porque las malas enseñanzas y los malos ejemplos del mundo se combinan con las inclinaciones de nuestra naturaleza caída, para arrastrarnos hacia el mal; por eso, en su Evangelio, el divino Maestro recomienda que estemos despiertos y oremos para no caer en la tentación. Y los santos apóstoles Pedro y Pablo nos repiten la misma recomendación: el primero dice que hemos de resistir al enemigo de nuestra salvación manteniéndonos en la fe, y el otro nos exhorta a caminar, con prudencia y cuidado, ya que estos tiempos son malos (1Pe 5,8-9; Ef 5,16-17). Las razones por las cuales los dos apóstoles nos recomiendan que estemos firmes en la fe y que seamos prudentes en nuestra conducta son válidas para todo tiempo y lugar, pero son particularmente aptas para nuestro ambiente actual. En realidad, ¿quién no se da cuenta de que en nuestros tiempos los enemigos de Jesucristo van creciendo en número y osadía, haciendo una guerra siempre más aguda y persistente contra la fe y la moralidad cristiana? Pero cuando la guerra llega a tal extremo y nuestros enemigos multiplican sus ataques contra la religión para derrocarla, si fuera posible, entonces tanto más urge a los fieles cristianos el deber de acudir valientemente en su defensa. Todos han de darle un testimonio más solemne con sus palabras y obras, recordando la enseñanza de Jesucristo que no basta acoger su doctrina en el corazón, sino que es necesario profesarla externamente, y no avergonzarse de él en presencia de los hombres para no ser desconocido por él en presencia de su Padre celestial. 

Carta Pastoral 5

24.  CREYENTES EN EL CORAZÓN, INCRÉDULOS EN LAS OBRAS

Desgraciadamente está aumentando el número de cristianos que, sin rechazar la fe, llevan una vida contraria a sus leyes y enseñanzas. Son creyentes en el corazón, pero incrédulos en sus manifestaciones y acciones. Se glorían y se enorgullecen de practicar los deberes de la religión, cuando es algo popular y les trae réditos personales. Pero en cuanto, el hecho de declararse creyente y amigo de la religión, ya no le trae honores y protección de los grandes y poderosos del siglo, y ya no sirve a sus intereses personales temporales, pronto le voltean la espalda y se avergüenzan de haber sido sus fieles seguidores. ¿Con el cambio de los tiempos, estos cristianos también han cambiado su íntima convicción, y así han dejado de creer en las verdades de la fe? Generalmente no; por el hecho de que en su interior piensan y sienten respeto por sus obligaciones de conciencia; dado que para mostrarse abiertamente como cristianos y practicantes hace falta un poquito de valentía, resulta más conveniente mentir, aun a sí mismos, y hacerse parecer peores de lo que son. Ahora, nosotros preguntamos a estos infelices esclavos del respeto humano: ¿cómo es que el mundo logra tener tanto poder sobre ustedes? ¿Cómo es que el mundo logra llevarles hasta tal punto de sacrificar su fe para no quedar fuera de su favor? ¿Es la fuerza del mundo que los conduce a esto o es su propia debilidad? ¿Uds. se dan cuenta de lo que están haciendo? ¿Acaso las vanas censuras, las burlas o los desprecios del mundo son más temibles que las leyes y los castigos de Dios todopoderoso? 

Carta Pastoral 5






25.  CONVERSIÓN DE SAN PABLO

Hoy se celebra la conversión de san Pablo. Pidámoslo al buen Jesús y decidámonos también nosotros a emprender una conversión sincera, perfecta y total como san Pablo. Aunque Dios no nos derribe a tierra como a Pablo, tendrá que realizar, sin embargo, muchas humillaciones en nuestro corazón, que todavía no es totalmente suyo. Todavía hay muchas lagunas por rellenar y muchos lugares que aún están bajo el dominio de nuestras pasiones, en vez de estar ocupados por Jesús.
Roguemos insistentemente que venga él mismo a obrar en nosotros esta conversión completa. Dirijámosle de corazón aquella súplica que ya le hemos repetido tantas veces: ¿Señor, qué quieres que haga?”. Habla, estoy atento a escucharte y a seguir tu voz. El Señor nos responderá como a San Pablo: levántate, entra en la ciudad y allí se te dirá lo que debes hacer” ¿Cuál será esta ciudad en la que podremos oír la voluntad de Dios? Es a través de la lectura de los libros espirituales, de las prédicas, de los consejos de los superiores y, sobre todo, de la santa oración, que Dios habla más sensiblemente a nuestro corazón; seamos fieles a Dios en la oración, prestemos mucha atención y guardemos profundo silencio para oír aquella voz divina y secreta que no se hace sentir en el tumulto y en la disipación. 

Consejos a Graglia. 25 de enero de 1887


26.  EL RESPETO HUMANO ES SIGNO DE UNA FE POCO VIVA

Por consiguiente, es un tremendo error tomar el respeto humano como regla de conducta. Un ser humano, tan celoso de su libertad, se hace, a la vez, esclavo de los deseos de otros y, aún peor, de sus caprichos e instintos más bajos. Con dificultad sigue el buen consejo de otros cuando se trata del bien, pero luego sigue a los tristes en cada paso en que se envilecen, se degradan a sí mismos y se rebelan contra Dios.
¿Cómo se puede explicar tanta pretensión de independencia por una parte, y tanta servidumbre y abyección por otra? Se explica pronto reconociendo que nuestra fe es poco practicada y poco viva.
Con una fe un poco más fervorosa y viva se comprendería fácilmente que deberíamos dar preferencia al alma y a la eternidad, y no a la sonrisa de las criaturas con sus seducciones y falsas promesas. Se consideraría que es Dios, y no el mundo, que nos dio la vida y nos la conserva; que nos concedió su gracia, que nos prometió y nos dará la gloria, así que se debe servir siempre y sólo a Dios. Se sirve a los demás solamente en lo que no se opone a Dios, y nada más, si queremos salvarnos. 

Carta Pastoral 5


27.  EL MISTERIO DE LA PREDESTINACIÓN

“Muchos son los llamados y pocos los escogidos”.
Algunos doctores y algunos teólogos han comentado sobre esta frase sin ponerse de acuerdo sobre su significado exacto. Los primeros se inclinan más bien hacia el lado de la justicia y el rigor, y así infunden temor en las almas sensibles; los segundos al contrario se esfuerzan por darle una interpretación bondadosa, basándose en las parábolas del Señor, inspirados en la ternura y la comprensión del Señor para con los hombres, y recordando sobre todo su vida y su muerte que fue un acto perfecto de amor y misericordia para con nosotros.  
Es tristemente cierto que hay tantos infieles en el mundo, pero el Señor halla en muchos de ellos buena fe y les tiende su misericordia. En cuanto a los herejes que buscan la verdad, Dios no duda en salvarlos. Luego, respecto de los malos cristianos que viven en el pecado hasta la última hora, a ellos también les ofrece la misericordia, el perdón, y siempre se puede esperar que lleguen a salvarse. Por lo demás, no debemos pretender indagar este misterio de la predestinación, sino contentarnos con hacer nuestros deberes día por día, conformándonos con su santa voluntad en todo y procurando así escribir nuestros nombres en el corazón de Jesús, que es la salvación de cuantos esperan en Él. 

Predicación en Milliavacca. 9 de Octubre de 1887


28.  CONFIANZA EN DIOS

Confiemos en nuestro buen Dios en toda circunstancia; pero, sea nuestra confianza como la del niño, libre de tantos cálculos y razonamientos.  Cuando un niño se encuentra en los brazos de su madre, y puede apretarse a su cuello, está seguro y ya no teme a nada, no importa cuán pobre y débil sea la madre. Si bien la mamá no podría luchar contra ciertos peligros ni defender al niño de todos sus enemigos, él no sabe imaginar ningún refugio más seguro que el seno materno. ¡Y en realidad el amor materno a veces obra prodigios, como en los casos que se han visto de madres que han rescatado a sus pequeños de los dientes de una fiera o de las llamas de un incendio! Y, sin embargo, este amor es limitado y, en muchas ocasiones, es insuficiente. El amor de Dios, al contrario, lo puede todo. Debemos acudir a este amor, poniéndonos en los brazos de la providencia, como un niño en los brazos de su madre.  Nuestra confianza debe ser igual a la del niño ya que Dios nos ama más que una madre. 

Predicación Milliavacca. 25 de Julio de 1886





29.  GRATITUD Y ABANDONO

A la confianza unamos la gratitud. ¡Oh, cuántas gracias Dios nos ha concedido y nos sigue concediendo, aún cuando no es exactamente lo que nosotros pedimos y lo que nos parece más conveniente! Él siempre nos concede lo que conviene a nuestro verdadero bien. Así deberíamos decir siempre en el corazón “Deo Gratias”, y, cuando sea posible, también en voz alta para edificar al prójimo.
Sí, todo lo que el Señor dispone es siempre para nuestro mayor provecho, y por eso, debemos agradecerle por todo. Hasta en el orden natural Dios nos da en la medida que nos aproveche porque si fuera de más podría causarnos daño, y si fuera de menos, podría desanimarnos y entristecernos. Confiémonos entonces totalmente en Dios y, con un alma agradecida, abandonémonos a sus sabias disposiciones. 
Como el nutrir la ansiedad por la gracia espiritual que pedimos y necesitamos puede constituir un impedimento: debemos abandonarnos en las manos de Jesús quien nos ama tanto y no permitirá que caiga un sólo cabello de nuestra cabeza. Sigamos adelante, día a día, como Dios quiere y Deo Gratias por todo lo que dispone. 

Predicación en Milliavacca. 25 de Julio de 1886


30.  ORACIÓN DE AGRADECIMIENTO

Cuántas veces en la liturgia, la Iglesia dirige a Dios las palabras de gratitud: “¡Deo gratias!”. Con ello nos enseña que nuestra oración primero debe ser de agradecimiento. Si no siempre podemos decir en este mundo “¡Deo gratias!” en voz alta, debemos continuamente decirlo en el corazón, aguardando repetirlo eternamente en el cielo. Recordemos que la acción de gracia atrae nuevas gracias.  Debemos estar siempre agradecidos a Dios, inclusive en los momentos de desgracias, porque muchas veces las adversidades, tribulaciones y tentaciones nos hacen acudir al Señor con más frecuencia y con más humildad y fervor. Esto es un gran bien para nuestra alma.

Predicación en Milliavacca. 28 de Agosto de 1887


31.  EN LA GLORIA DEL SEÑOR

Como recuerdo espiritual le dejo las palabras que san Pablo me sugiere en este momento: “Gocen siempre de una pura y santa alegría”. Regocíjense en el Señor.
Consérvese siempre serena y contenta en todas las cosas, tanto en la prosperidad como en la adversidad. Sepa mantenerse en esta perfecta ecuanimidad de espíritu que es tan ventajoso para la vida espiritual, y consérvese siempre con tal disposición de ánimo, como para encontrarse preparada a todo, sin perturbarse jamás. Ver todas las cosas a la luz de la fe, hacer que la razón prevalezca siempre sobre el corazón, y la voluntad de Dios sobre la razón; aceptar todo de las manos de Dios con amor y gratitud, tanto las cosas que nos regocijan como aquellas que nos repugnan, y responder siempre con un: “¡Deo gratias!”; que si no se puede pronunciar con la boca, siempre se podrá pronunciar con el corazón. 

Consejos a Graglia. 13 de Junio de 1889